Generacion del 98
La Generación del 98
La generación del 98 es un grupo
de autores españoles de
finales del siglo XIX que se caracterizan porque incorporan a su obra una reflexión sobre la esencia de España basada en su tradición histórica y cultural.
Otros los llaman "generación
finisecular".
La principal fuente de inspiración de estos autores es Castilla,
a la que ellos
consideran el corazón de
la identidad hispana. Emplean el paisaje, monumentos, tipos e historia de la región castellana en sus ensayos,
novelas, poemas, obras de teatro, pinturas, y fotografías.
La producción de los literatos de este
grupo, habituales colaboradores de los periódicos, tuvo a menudo una orientación regeneracionista, una crítica enamorada de una España que les apasionaba pero que deseaban reformar. Creían que la deseada regeneración debía de hacerse desde la propia historia de España, inspirándose en su esencia característica. A diferencia del
cosmopolitismo de los modernistas y del europeísmo de la generación del 14, la gente del 98 no
buscaba, ni aceptaba, la influencia proveniente del exterior; por ello se
caracterizaron por su casticismo.
Indignados por la falta de reacción de las autoridades y de las
masas populares ante la humillante derrota de 1898 frente a
los Estados Unidos, la generación finisecular decide liderar la reacción de los intelectuales jóvenes
frente al régimen de la Restauración borbónica y a los escritores consagrados por esta. Así,
la mayoría de aquellos escritores activamente involucrados en política, presentándose a las elecciones con desigual
éxito, liderando
manifestaciones y promoviendo numerosos manifiestos.
El hecho de que escritores como
Valle-Inclán y Antonio
Machado, a lo largo de sus largas carreras, manifestaran rasgos creativos
asociados al modernismo, primero, y a la llamada noventayochismo después, motivó que algunos investigadores hayan
puesto en duda la existencia de
dos movimientos, en lugar de tratarse
de solo uno.
La
polémica fue
generada por los propios
protagonistas y surgió cuando algunos de sus
miembros fundadores, entre
los que se encontraban Pio Baroja y Ramiro de Maeztu,
negaran la existencia de dicha
generación. La negación supuso
un gesto polémico y
contrario a la catalogación
académica, muy propio
del noventayochismo.
El grupo se caracterizó, a lo
largo de su vida, por la
combatividad, especialmente frente al Gobierno y las instituciones académicas oficiales, pero también entre los mismos
componentes, que acabarían apoyando bandos distintos
durante la guerra civil del 36.
Características de la Generación del 98
1. Distinguieron entre una España
real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su preocupación por la
identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el Ser de
España, que continuó en las siguientes generaciones. Se rebelan y protestan
ante el atraso de nuestro país. Esto hace que propongan soluciones para la
reconstrucción de la agricultura, la educación, la cultura y la economía del
país. También proponen la integración de España en Europa. Exaltan nuestros
valores nacionales y patrióticos, a medida que adquieren un mayor conocimiento
y aprecio de España.
2. Sienten un gran interés y amor
por la Castilla miserable de los pueblos abandonados y polvorientos;
revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y espontáneo. Recorren
las dos mesetas escribiendo libros de viajes y resucitan y estudian los mitos
literarios españoles y el Romancero.
3. Rompen y renuevan los moldes
clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas en todos ellos. En la
narrativa, la Nivola unamuniana, la
novela impresionista y lírica de Azorín, que experimenta con el espacio y el
tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas; la novela abierta y
disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la novela casi teatral de
Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán o
los dramas filosóficos de Unamuno.
4. Rechazan la estética del
Realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y de carácter
menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la lengua de la
calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron las palabras
tradicionales y castizas campesinas.
5. Intentaron aclimatar en España
las corrientes filosóficas del Irracionalismo europeo, en particular de Friedrich
Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur Schopenhauer (especialmente
en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio Machado).
6. El pesimismo es la actitud más
corriente entre ellos y la actitud crítica y descontentadiza les hace
simpatizar con románticos como Mariano José de Larra, al que dedicaron un
homenaje. La mayoría, excepto Antonio Machado y Valle-Inclán, evolucionan desde
posturas inconformistas e izquierdistas en su juventud, a una actitud
desengañada, más conservadora, en su madurez.
7. Ideológicamente comparten las
tesis del Regeneracionismo, en particular de Joaquín Costa.
José Ortega y Gasset, y su aporte en la generación del 98:
Sobre Ortega y Gasset, filósofo y ensayista, se ha escrito
mucho. Se han hecho comentarios sobre su pensamiento; se ha discutido la base
de sus ideas, pero hay pocos estudios sobre su lenguaje, sobre el
aspecto
estilístico y formal de sus obras en general.
Antes de entrar en un estudio detallado de la prosa de
Ortega, debemos buscar las influencias que haya podido recibir. Encuentra que
sus aficiones tienden a Francia y Alemania. De la literatura francesa toma a
Chateaubriand y lo toma como maestro del estilo. De Alemania escoge a Goethe,
sensibilizador del arte literario. Tal vez la influencia de estos dos
escritores esté en la metáfora y la imagen, instrumentos de que se vale Ortega
en su prosa. De joven, había recibido influencia de Taine y de Barres y, en
menor grado, de Nietzsche; sin pasar por alto la enorme influencia de los
clásicos griegos. El léxico de José Ortega y Gasset no es tan abundante como el
de otros novecentistas como Pérez de Ayala o Miró, pero se traza como tarea
emplear lo que el lenguaje le da, sin salirse del sistema, y sin embargo,
logra, a pesar de esto elevar la lengua, para lo cual se valede muchos
procedimientos: ampliación del vocabulario por medio dela composición, a través
de prefijos como ultra- (ultravida); por medio de la derivación con sufijos,
que en los sustantivos son casi siempre de carácter abstracto, como los
formados con -idad (insularidad).
Analizado ya el estilo de Ortega en su aspecto serio, se pasa
a ver cómo en las motivaciones de carácter científico, lógico, filosófico, hay
un fondo temperamental que desarrolla cierto gusto por la expresión chispeante
y aguda que indudablemente impregna toda su obra. La vertiente positiva de esta
inclinación conduce al humor de Ortega y la negativa, a una tendencia abiertamente
burlona. La ironía la expresa a través de juegos de palabras, adjetivos
insólitos, ciertos diminutivos, etc. En cuanto al humor, está movido por un
fondo temperamental que tiende a desechar todo lo malhumorado y desagradable. La
modesta advertencia del autor en el prólogo, sólo sirve para que al terminar el
libro, nos encontremos sorprendidos por la paciente y profunda investigación
que dedicó a toda la obra orteguiana.
Se centró en la crítica del idealismo como el más urgente
enemigo del hombre; y lo supera con la reducción de la razón pura a la razón
vital; que cuenta con la dimensión temporal del existir humano; o sea la vida
como realidad radical, como problema al que hay que enfrentar para resolver;
porque la vida no es algo que se da ya hecha sino algo por hacer.
La vida es compleja pero coherente, o sea capaz de ser
racional; y la razón vital no depende como la razón pura de sí misma, sino del
equilibrio de las relaciones entre el sujeto y su entorno, o como dice Ortega,
entre yo y mis circunstancias. La vida no es abstracta sino un acontecimiento
donde el hombre tiene que interactuar con las cosas.
Para Ortega, vivir es ser realista e idealista a la vez,
porque el concepto de realidad incluye lo que todavía no es o sea el futuro
como exponente de la condición proyectiva de la vida humana. En esta nueva
metafísica de la vida no hay naturaleza humana sino histórica, porque el
contenido de la vida humana es su fluencia temporal e histórica.
El quehacer humano es el nuevo concepto que considera a la
vida como ocupación y todas las cuestiones sobre la consistencia de ese hacer
selectivo y responsable. Todo hacer consiste en ocuparse de algo para algo, o
sea para un fin que se decidió como la mejor opción. No se trata sólo de un
hacer sino de decidir un hacer en el aquí y ahora para el futuro.
El futuro es lo que al hombre le preocupa, porque él es el
futuro y puede anticipar el sentido y las consecuencias de sus actos. El futuro
le exige la necesidad de saber quién quiere seguir siendo y lo obliga a
recurrir al pasado. Entre el pasado y el futuro está el presente vital e
histórico, lo que hemos sido y lo que anhelamos ser.
El hombre tiene que decidir su vida por necesidad, porque la
realidad es la vida compuesta por el yo y las cosas en forma de problemas o
facilidades; y la realidad objetiva es sólo una versión de todas las realidades
posibles. Las cosas no son solamente extensión, son cosas que me pasan,
acontecimientos con sentido, mi circunstancia, mi proyecto. El hombre no está
entre las cosas sino con ellas y el mundo no es ni objetivo ni subjetivo, es
puro acontecimiento.
El hecho de que nuestra vida sea lo que todavía no es le
provoca al hombre inseguridad; y esto es lo que lo lleva a la preocupación, con
su doble significado: tener que ocuparse antes de las cosas que aún no han
sucedido y angustia por tener que padecerlas.
En su conocido ensayo “Ideas y creencias” , Ortega y Gasset
analiza los conceptos de idea y creencia y su relación; con ellos pretende
explicar el azoramiento de la época actual, esa duda sobre nuestras creencias
que se va extendiendo cada vez más.
Por idea debemos entender, según el filósofo, aquellas
estructuras mentales explicativas en las que pensamos. En tanto que somos
conscientes de ellas son ideas y no creencias, por tanto la distancia entre el
sujeto y sus ideas es un hecho radical. Somos portadores de ideas. En este
sentido la ciencia, como actividad consciente, es un conjunto de ideas
explicativas de aquello que llamamos real. Lo real debe ser entendido,
lógicamente, como un entramado de nuestra mente, el mundo “en sí” no es
accesible a nuestras ideas y ni siquiera problematiza Ortega la cuestión de si
existe un sustrato metafísico más allá de ese mundo mental que llamamos
realidad. No es una cuestión relevante.
Desde esta perspectiva, ciencia, religión y poesía están más
estrechamente emparentadas de lo que creemos: son estructuras mentales
conscientes que pretenden interpretar lo real. Que la ciencia sea considerada
como conjunto de ideas objetivas es irrelevante para el asunto, puedo volver al
ejemplo de la religión: en la edad media europea se pensaba que el cristianismo
y sus explicación del mundo terrenal y espiritual era “objetiva”, esta
valoración de la estructura ideológica de la religión no la transformaba en
objetiva ni distinta a cualquier otra estructura de ideas.
“Yo diría […] que la ciencia está mucho más cerca de la poesía que de la realidad, que su función en el organismo de nuestra vida se parece mucho a la del arte. Sin duda, en comparación con una novela, la ciencia parece la realidad misma. Pero en comparación con la realidad auténtica se advierte lo que la ciencia tiene de novela, de fantasía, de construcción mental, de edificio imaginario.”
José Ortega y Gasset; Ideas y creencias; cap. II.
1.- José Ortega y Gasset, Ideas y creencias. Pág. 8, cap. II.
Bibliografia:
Comentarios
Publicar un comentario